miércoles, 7 de abril de 2010

Manuela Gandarilla

Una mujer de 60 años, trenzas canosas y voluntad inquebrantable. Era Manuela Gandarillas. Manuela se había enterado que el ejército realista español, comandado por el brigadier José Manuel de Goyeneche, avanzaba hacia Cochabamba. Aquella mañana de mayo, no había hombres en el pueblo. La mayor parte de ellos habían muerto o se encontraban combatiendo por la independencia de Bolivia en las guerrillas de Ayopaya.
Manuela organizó la resistencia de Cochabamba. Pese a su ceguera, comandó el regimiento civil femenino. Madre de dos varones y dos mujeres, y abuela de una niña, Manuela Gandarillas había presenciado, dos años antes, la ejecución de su hermano José Domingo por las fuerzas españolas. La Manuela, como la conocían, vivía en la zona de Caracota, junto al mercado, donde vendía algunos productos. Se había quedado ciega tres años antes por causa de la diabetes.
La historia reconoce a Manuela Gandarillas y a las otras corajudas mujeres que pelearon junto a ella como protagonistas de la independencia boliviana.
Manuela fue una mujer valiente que demostró fuerza en las mujeres, defendió su tierra y familia.
Durante la guerra de la Independencia, al general Goyeneche, estratega del terror del ejército realista, se le recomienda la misión de aplastar los focos subversivos que se expandieron desde Cochabamba hasta el río de La Plata. A fines de 1811, el “pacificador” Goyeneche derrota a los cochabambinos en los campos de Kewiñal y Quirquiavi. Goyeneche buscaba a Esteban Arze frenéticamente. En la víspera del Corpus Christi de 1812, se enfrentaron a los matones de Goyeneche (quienes realizaban abusivos allanamientos agrediendo a niños y mujeres en sus propios hogares). La acción de ellas tenía el propósito de proteger a las tropas de Esteban Arze que se hallaban, clandestinas, rearticulando sus fuerzas tras la derrota de Pocona. Encabezadas por la anciana invidente Manuela Gandarillas y la esposa de Esteban Arze, Manuela Rodríguez, las madres cochabambinas, bajo un lema tan doméstico y aguerrido a la vez: “¡Nuestro hogar es sagrado!”, se reunieron en la Catedral y se dirigieron en romería hacia la colina, llevando en andas la imagen de la Virgen de la Merced, con el fin de bloquear la entrada de Goyeneche que venía en persona desde Tarata tras buscar infructuosamente a Esteban Arze.